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Chile

6 de Diciembre de 2010.- Hace un par de semanas leía en el suplemento Babelia de la edición internacional del diario El País, de España, la gran importancia que para la presencia del idioma español en el mundo habían tenido dos acontecimientos: el triunfo de España en el Mundial de Fútbol y el rescate de los mineros en Chile. Ambos habían hecho resonar nuestra lengua en todo el planeta.
Lo ocurrido en la mina San José abrió una gigantesca oportunidad para la actividad minera, a fin de dar a conocer la verdadera revolución silenciosa que en los últimos veinte años se ha producido en Chile y que mucha gente desconoce.
En 1989, Chile, primer productor de cobre de mina, representaba el 18% de la producción mundial con sus 1,6 millones de toneladas. Le seguía de cerca Estados Unidos con un 17%, equivalente a 1,5 millones de toneladas de cobre fino. Más atrás, la hoy desaparecida URSS, Canadá, los africanos Zambia y Zaire, Polonia y Perú.
En los años noventa, mientras Chile afirmaba su democracia, al mismo tiempo dejaba atrás al resto de los países productores al generar el 75% de todo el cobre adicional producido en el mundo en esa década, hasta terminar cubriendo el 34% de la demanda mundial de cobre de mina, duplicando su participación de mercado, la que mantiene hasta hoy.
Hoy, cinco de las minas más grandes se localizan en Chile, y operan aquí las seis compañías más importantes del mundo. Es tan relevante su participación, que es 100 veces mayor que el peso relativo de Chile en el PGB mundial.
Sin embargo, la mayor concentración de inversiones mineras en un solo país en la historia de la minería se produjo sin que su opinión pública, su gente, se haya enterado.
Resulta dramático constatar el escaso conocimiento que tienen los chilenos de su desarrollo minero y de la importancia de éste en el crecimiento de Chile. Pocos saben que Chuquicamata ya no es la mina más grande del mundo, que Escondida no es una empresa estatal o que el principal uso del cobre es en la conducción de electricidad.
Lo que sí ha quedado cada vez más claro, y especialmente en el último tiempo, es que las platas del cobre salvaron a muchos chilenos, particularmente los más pobres, de sufrir los efectos de la recesión mundial reciente, y que esos ahorros nos permitieron superar un momento muy difícil.
Llegó el momento de convencer al país, y en especial a su élite, de que la minería es una de las palancas más potentes que tiene Chile para alcanzar su desarrollo como nación.
Aunque las condiciones de trabajo que todos observamos en la mina San José nada tienen que ver con las existentes en las grandes empresas mineras, esta actividad sigue siendo dura, difícil, sacrificada. Calidad de vida, mejor educación, salud de buen nivel, actividades culturales, tremendas desigualdades entre sus pueblos y ciudades son aún aspiraciones y problemas de muchas zonas mineras.
Norte Grande, la región de más alto desarrollo de Chile, más que un eslogan puede ser un foco estratégico conveniente para la gente, para las empresas relacionadas con la minería y para el país. La ventana de oportunidad que se presenta es... aquí y ahora.
Llegó el momento de convencer al país de que la minería es una de las palancas más potente que tiene Chile para alcanzar su desarrollo como nación (Emol).

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