Chile
Brigadistas describieron las deficientes condiciones de trabajo que enfrentaban a diario los mineros en la mina San José.
15 de Octubre de 2010.- "Mi primera impresión fue muy fuerte cuando llegué abajo. Me abrazaron y me felicitaron (...) Yo también me desahogué con ellos, porque lo único que quería era llegar abajo y ver que estaban bien".
Manuel González, el primer rescatista en bajar a las profundidades de la mina San José en el inicio de la operación San Lorenzo, describió con sencillez y tranquilidad el momento que asombró al mundo la noche del martes cuando se inició el rescate de los trabajadores.
"Estuve 25 horas allá abajo, a una temperatura de 40° C. Imagínese lo que es vivir 70 días en esas condiciones. Había una humedad cercana al 100%. La gente andaba semidesnuda. Para nosotros fue impresionante", añadió este rescatista de Codelco. "Me imagino los primeros 17 días en que ellos no sabían nada del mundo. Tiene que haber sido terrible".
"Cumplimos"
"Nosotros cumplimos la parte final, pero ellos son los héroes en realidad", dijo.
El rescatista denunció las condiciones en que funcionaba la mina: "Trabajo en Codelco Chile. Cumplimos con los mayores estándares de seguridad a nivel mundial", dijo, y añadió "esta mina, cuando nosotros nos metimos, no contaba con los elementos básicos. Trabajar a esta temperatura durante 12 horas... creo que ningún humano lo puede volver a hacer".
González fue el último de los rescatistas en regresar a la superficie, tras la evacuación de los mineros. "Yo quería apagar la luz, pero no me dejaron" (...) "comencé a leer un libro que habían dejado los mineros. Pensé en el buen trabajo que habíamos realzado. Pensé, en un momento dado, que al principio nos demorábamos 40 a 50 minutos, y al final terminamos en 11 minutos".
Su compañero de labores Jorge Bustamante, también de Codelco, relató que "nuestra misión era de colaborarles a los niños de la Armada y motivar a la gente y tranquilizarlos".
"Ellos añadió tenían una ansiedad bastante controlada, una disciplina admirable dentro de la mina y en las condiciones en que estaban, una disciplina increíble". Sin embargo, subrayó que "igual nosotros teníamos que cumplir con decirle a la gente que la subida, que a lo mejor para ellos era algo novedoso, era lo más placentero posible. No tenían ningún temor (...) les decíamos que ni siquiera había golpes extraños, una subida bastante suave. Así que ellos subían con una tranquilidad creíble".
Añadió que "algunos también se sentían un poco ansiosos o intranquilos y lo disimulaban gritando, subían cantando y nosotros desde abajo les seguíamos dando apoyo y motivándolos, para que ese viaje nos los traumara".
Tareas
Una vez abajo, contó Bustamante, "comenzamos a distribuirnos las funciones, y cuando llegaba la jaula desocupada hacia abajo, cada uno tenía su función específica. Con Manuel nos preocupábamos de lo que nos correspondía a nosotros: revisar la parte mecánica, la parte de infraestructura, la parte del oxígeno que se tenía que aplicar a los mineros en caso de que lo necesitaran".
Francisco Sepúlveda, cabo 2° de Carabineros e integrante del Gope, descendió al taller al mediodía del miércoles: "Estamos en la zona… ¡salten!", gritó al entrar en la Fénix 2, una frase que siguió repitiendo hasta que llegó a los 622 metros, donde estaban los mineros. En ese momento aún faltaban 20 mineros por rescatar.
¿Qué fue lo primero que sintió? "Un calor y una humedad grande, una brisa caliente que penetraba en el cuerpo".
Los abrazos de los trabajadores y los gestos de agradecimiento lo conmovieron.
Visita en profundidad
Mientras la Fénix 2 se desplazaba de nuevo hacia la superficie con otro minero, el uniformado fue invitado por Luis Urzúa, el jefe de turno, a realizar un recorrido por cada uno de los rincones de la mina.
Así, conoció la zona de los dormitorios y el improvisado comedor donde se alimentaban los trabajadores atrapados.
Fueron poco más de 20 minutos, durante los cuales el uniformado quedó sorprendido. Observó los escritos que dejaron los mineros en las paredes y constató, al igual que los otros rescatistas, la falta de seguridad del yacimiento.
Sepúlveda recordó que los mineros "se miraban y estaban callados. Querían que la cápsula bajara luego, para que llegara su turno (…) todos estaban tranquilos. Uno debía echar la talla con ellos para entrar en confianza" (La Tercera).
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