Iván Muñoz, Director CIISA
Los niveles salariales que disfrutan los trabajadores de la industria minera despiertan un interés morboso en la opinión pública, sobre todo cuando tras arduas negociaciones sindicales reciben millonarios bonos que pronto se convierten en bienes raíces, vehículos y artículos electrónicos.
Esta constante atención depositada sobre el tema ha terminado instalando el debate acerca de si existe una burbuja en los sueldos mineros. Opino que no. Y me baso en que por definición una burbuja responde a un fenómeno encerrado en un ambiente único, independiente de una externalidad. Tomando en cuenta este criterio, entonces es imposible afirmar que los sueldos en la minería estén siendo inflados sin un fundamento que explique dicho crecimiento.
Partamos de la base de que los mineros indudablemente son unos privilegiados si se habla de sueldos. Según el Consejo Minero (sobre la base de información correspondiente al seguro de cesantía), el sueldo imponible promedio del sector asciende a $1,1 millón, mientras que un empleado en Santiago percibe $ 503 mil de remuneración media y hoy se discute sobre si el salario mínimo para 2013 debe ser de $ 200 o $250 mil.
Son números que deslumbran, y que han llevado a ciudades como Antofagasta, al sitial de mostrar el mayor PIB per capita de Chile.
No obstante, conviene detenerse, primero, para recordar que son los trabajadores de la gran minería quienes se ven beneficiados con altas compensaciones; y segundo, que se lo ganan sobre la base de un tremendo esfuerzo, en minas ubicadas a 2.000 ó 3.000 metros de altura, lejos de una ciudad habitada, con turnos de trabajo muy distintos al resto de la gente y normalmente alejados de sus familias, de modo que es justo que reciban un plus que equilibre el daño a su calidad de vida. Por otra parte, el nivel de responsabilidad de un trabajador de la gran minería es muchísimo mayor que la del resto de la industria, toda vez que cada eventual detención por falla o mala decisión implica de inmediato dejar miles de toneladas inmobilizadas y un alto costo monetario.
Lo cierto es que disponemos de numerosas explicaciones que dan sustento al crecimiento salarial de la industria minera.
Entre las más notables está el hecho de que en Chile se invertirán US$ 100.000 millones entre 2012 y 2020 en proyectos relacionados con extracción de cobre, oro y minería no metálica, según una proyección hecha el año pasado por la Sociedad Nacional de Minería (Sonami).
Naturalmente, el crecimiento asociado a estas inversiones lleva consigo la necesidad de contar con el capital humano necesario para llevar a cabo las obras. Es más, la misma industria calcula que en el período se requerirán en torno a 100 mil nuevos trabajadores altamente capacitados, especialmente profesionales, técnicos y operarios en general.
Es ahí donde aparece el segundo gran factor que explica el aumento de los salarios: Chile no sólo está generando una enorme riqueza a partir de sus recursos mineros y de la labor de quienes extraen dichos recursos (a quienes se les compensa proporcionalmente por su esfuerzo) sino que, además, está sufriendo un agudo déficit de mano de obra calificada.
Actualmente trabajan cerca de 250.000 personas en el sector, una cantidad insuficiente que las empresas del rubro se disputan arduamente, provocando un alza de la rotación laboral y una inflación en los salarios (cabe recordar que durante 2012, el índice de remuneraciones de la minería tuvo un incremento de 8,5%, el segundo más alto después de la construcción).
De este modo, basta aplicar los principios de la oferta y la demanda para entender que los sueldos suben porque la demanda es mucha y la oferta escasa y, además, porque -especialmente en la gran minería- las ganancias de las empresas están siendo cuantiosas.
Claramente, este fenómeno se torna negativo en la medida que aumentan los costos de la industria y esta última se vuelve menos competitiva. Una forma de enfrentarlo es generando los profesionales y técnicos que el país necesita, para no llegar a la solución de traerlos desde el exterior a fin de solventar el déficit.
La responsabilidad de las instituciones de educación superior es que estos nuevos profesionales estén enfocados en una mayor productividad, medida como la capacidad de generar un mayor número de toneladas por empleado minero. De lo contrario, mantendremos costos elevados, o peor aún, aumentarán los costos de producción con la evidente consecuencia de pérdida de competitividad mundial y disminución o postergación de los proyectos mineros, disminuyendo la tasa de crecimiento país.
A este efecto hay que agregar otras externalidades, como la tasa de cambio. A medida que Chile crece y se acerca a los países desarrollados, nuestra moneda se hace y se hará cada vez más fuerte, con lo cual los costos de la mano de obra (salarios), que son en pesos, suben en términos del dólar.
En consecuencia, el país necesita profesionales y técnicos no sólo son en cantidad, también de una calidad superior a la actual, con un enfoque tecnológico de punta y orientado a mejorar claramente nuestra posición como país minero. Ello nos exige un mayor esfuerzo, puesto que debemos pasar de copiar, a generar e implementar nuevas tecnologías a través de Investigación y Desarrollo (I+D). Este es el desafío de las nuevas generaciones de profesionales y técnicos si queremos un país desarrollado y una minería que se proyecte en el largo plazo.
Las instituciones de educación superior hemos recibido el mensaje y también aceptado que hay ahí una obligación y una oportunidad, reaccionando así en consecuencia. Es decir, hemos asumido nuestro rol en esta problemática abriendo nuevas carreras a través de las cuales se están formando a los futuros cuadros de la industria minera, entregando con ello un horizonte profesional atractivo y con amplias posibilidades de desarrollo laboral para los jóvenes.
En Chile contamos con la experiencia y la capacidad académica para dotar a la industria minera profesionales y técnicos de clase mundial. Pero llegar a cubrir las vacantes será un proceso que a los institutos de formación técnica y universidades nos tomará largos años, de modo que, en lo inmediato, seguirá faltando mano de obra especializada y, en consecuencia, se pagarán cifras que a los demás chilenos les parecerán muy altas porque se tratará aún de un bien escaso.
Iván Muñoz Bravo, director de las carreras Técnico en Minería y Técnico en Prevención de Riesgos del Instituto de Ciencias Tecnológicas (CIISA).