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Viviana Meruane, Directora Ing. Mecánica Univ. de Chile

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El 2018 fue un año difícil para la economía, viéndose afectada fuertemente la exportación de materias primas. Con un cobre a la baja, y que según el total de reservas que monitorean las bolsas de Londres, Nueva York y Shanghái disminuyó un 19% el año pasado, acercándose a su nivel más bajo desde 2016. Surge la pregunta entonces ¿Qué hacemos como país para afrontar de mejor manera las dificultades que conlleva el ser exportador de materias primas? La respuesta de países desarrollados es invertir en tecnologías y educación, pues según el estudio PISA de la OCDE existe una relación inversa entre el dinero que obtienen los países producto de sus recursos naturales y el desarrollo tecnológico y cultural de su población e industria.

Hoy se estima que los proveedores locales de la minería que exportan productos y servicios basados en conocimiento no llegan al centenar, realidad que es posible mejorar si se hacen esfuerzos donde el desarrollo tecnológico tenga un rol central. Cambiar ese escenario dependerá de que seamos capaces de hacer crecer nuestro ecosistema de innovación y vincular de mejor manera los centros de investigación con la Industria, colaborando con proveedores, emprendedores, capitales de riesgo y el sector público. Ese es uno de los objetivos del programa “Innovación en Manufactura Avanzada” dirigido por la Universidad de Chile, que busca impactar la economía local con el desarrollo, escalamiento y comercialización de soluciones tecnológicas que permitan avanzar desde la manufactura tradicional a una manufactura avanzada; obteniendo como principales beneficios la disminución de tiempos no productivos; reducción en costos de mantenimiento y de las fallas imprevistas; controlar y optimizar las operaciones en tiempo real, probar y evaluar cambios de operación y/o procesos sin afectar negativamente el proceso productivo; incrementar la calidad y eficiencia en el proceso de recuperación de piezas, tener mayor productividad en procesos de manufactura y conseguir un aumento de la seguridad laboral, entre otros.

Todo esto abre tremendas oportunidades, no solo para la minería, sino que también para otras industrias, formando un proceso de desarrollo tecnológico continuo, cuyo ecosistema podría tener un impacto fuerte y positivo en el país. También nos plantea importantes desafíos para quienes tenemos la responsabilidad de ofrecer una experiencia educativa de cara a las necesidades del mundo, que prepare a las nuevas generaciones para ser globalmente competitivos. Sin duda esto requiere de un esfuerzo para introducir nuevas herramientas y competencias asociadas a la innovación y el desarrollo tecnológico, sin descuidar los aspectos fundamentales que como Universidad hemos cultivado.

El Banco Central de China advirtió hace pocas semanas que el 2019 no será un año fácil en materia económica, principalmente por la inestabilidad del gigante de China. Esto nos golpeará directamente como exportador de materia prima; por lo que es de esperar que el precio del Cobre oscile entre ciclos muy bajos y ciclos al alza moderados, tal y como ha ocurrido en las últimas recesiones. Lamentablemente no hemos aprendido nuestra lección, ya que mientras no industrialicemos nuestras riquezas naturales para agregarles valor, seguiremos dependiendo de las fluctuaciones del metal rojo en las principales bolsas del mundo.

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